Antonio Torres, San Francisco Xavier cargando a un indio, 1721.
Óleo sobre tela. Colección: Pinacoteca del Templo de San Felipe Neri La Profesa. México, D. F. (En préstamo a la exposición Cicatrices de la Fe)
Exposiciones en el centro, un viaje por el túnel del tiempo
Banamex: 125 años, 125 obras
No sé qué opinen ustedes, pero a mí me fascina caminar por el centro del Distrito Federal. No me canso. De hecho lo hago muy seguido y en cada paseo descubro nuevos detalles. He ido varias veces a las exposiciones del Antiguo Palacio de Iturbide (hoy Palacio de Cultura Banamex) y en esta ocasión el nombre de la exposición invitaba.
Así, entramos los tres: Isaac, mi ignorancia y yo. Desde el principio me di cuenta de que Isaac iba a estar más exigentito porque me quedé viendo una obra llamada “Amaos los unos a los otros” que está frente a la puerta principal y dije que me parecía que eran demasiadas líneas rectas y que los atuendos y el calzado no eran armónicos (las mujeres estaban vestidas a la usanza del charleston, pero descalzas). Isaac volvió a verme mientras yo enumeraba mis objeciones y me dijo: “es de Ángel Zárraga”. “Mmm…”, aun así, mi opinión era la misma y eso no implicaba que me disgustara.
Pasamos a la sección de la obra novohispana, para ser sincera ahí quedé impactada con los marcos (pensé que mi amigo Alejandro –dueño de una tienda de marcos llamada Cavalatti en la colonia Condesa– estaría feliz con esas obras de arte), de maderas preciosas incrustados con concha nácar.
Una vez más emití mis comentarios en voz alta, por favor quien lea estas líneas discúlpeme, pero ya había mencionado en otra entrega que para mí el valor del arte está en lo que me mueve, en lo que me hace sentir. En esta sección encontré figuras deformadas, en su mayoría religiosas. Como ustedes saben ésa es una de las características del arte de esa época. Aquí Isaac me dio una lección completa de cuándo se desarrolló la proporción y cuándo llegó a América.
Si no los critico, sólo digo lo que veo.
Inmediatamente después hacen su aparición los retratos por encargo -¡qué bueno que no había Photoshop!-, así descubrimos cómo eran todos esos desconocidos.
Según me ha dicho Bruno (él debe saber porque estudia Historia), las ordenanzas prohibían que se alteraran las imágenes de los retratados, así como impedían vestirse con ropa que no era propia del género o del estrato social.
En esa época no había clases sociales como las conocemos ahora, sino estratos a los que se pertenecía básicamente por el color de la piel y por los contactos y las posesiones materiales. Una manera de mostrar a la sociedad la posición y el linaje era con los atavíos que en los retratos son muy llamativos. Es importante recordar que los temas de las obras no podía desafiar al poder civil ni al religioso.
Mención aparte merece la pintura de una monja coronada que muestra todo el esplendor y relevancia de la ordenación. Dada la importancia de este tema, estas alegorías constituyen, por ellas solas, una categoría completa dentro del arte.
Una sección que me pareció no sólo atractiva sino divertida es la de las castas.
Para que Bruno sepa que sí le pongo atención cuando me da mis lecciones, les comento que mestizo es una categoría general, en ella cabe toda clase de mezcolanza (bueno esto lo parafraseo yo) misma que desde mi punto de vista explica una serie de cuadros que (a mi parecer) veladamente nos indica cómo se relacionaban los patrones con las esclavas.
Me sorprendió ver a los negros ahí retratados, elegantemente vestidos (no por discriminación sino porque en esa época eran esclavos). Una vez más fui ilustrada en mi desconocimiento, el esclavo, que sólo podía ser negro, era una extensión del dueño, por eso tenía que verse de acuerdo con el linaje de su amo.
En lo concerniente a los cuadros sobre las castas aunque no hay una gran cantidad, es suficiente para recrearnos leyendo en la misma pintura los nombres atribuidos a las personas nacidas de las mezclas.
No puedo decir que sea la exposición que más he disfrutado en ese recinto, pero vi material que ya conocía y que me fascina como el Biombo de los Cuatro continentes y el del Encuentro de Cortés y Moctezuma, de Juan Correa.
Ahí está el cuadro de La vendedora de alcatraces de Diego Rivera que aunque siempre me ha gustado, me parece deslucida su colocación.
Si bien no sé de museografía, me parece, y mi opinión es como visitante de museos, que las cédulas de los cuadros son muy pobres; hay obras maltratadas; para un país que quiere visitantes extranjeros no tenemos letreros bilingües y creo que Banamex puede ofrecer material de esa calidad.
Considero que las exposiciones en ese maravilloso edificio han caído en la monotonía, no hay creatividad ni innovación, sin embargo, vale la pena visitar la exposición.
La que sí me pareció extraordinaria fue la de Cicatrices de la Fe en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Hace algunos meses una persona de con alto grado de estudios (en su área) me dijo que no le gustaba el arte religioso, yo (como dijo Bora) respeto posiciones y preferencias, pero quiero gritar a los cuatro vientos (o por lo menos decir en mi blog) que no es necesario ser religioso, católico, ni siquiera afecto al arte, el recorrido por esa exposición El Arte de las Misiones del Norte de la Nueva España, 1600-1821 tiene algo…
La música sacra (no de esa que le pone a uno los pelos de punta) suave y bien escogida acompaña al visitante por su recorrido, pone a la gente a tono de terapia de relajación.
Unos rostros maravillosamente detallados, expresivos, nos van conduciendo por una historia que puede gustarnos o no, pero que sucedió: La evangelización de nuestra tierra.
No podría decir exactamente qué fue lo que más me gustó, pero La mística ciudad de Dios (1706) de Cristóbal de Villalpando (a quien conozco por el Padre Luis Martín Cano) fue una sacudida para mí.
Las obras que retratan a San Francisco Xavier predicando también fueron de mis preferidas aunque conocía algunas porque se encuentran de manera permanente en uno de los recintos más maravillosos y desconocidos de los mexicanos y que pronto les presentaré.
La Virgen de la Luz con los Indígenas (1732) de Luis Mena (reproducción abajo) me pareció la fiel representación de lo que sucedió en la Nueva España: la conquista a través de la religión (estoy siendo simplista).
Óleo sobre tela. Colección The San Diego Historical Society. San Diego, California. E.E.U.U.
Les comparto que las esculturas de los Cristos no me gustaron nada, pero ese problema es mío, ese tipo de piezas me crispa los nervios.
Si de verdad quieren pasarse un fin de semana de museos, éstas son mis dos sugerencias de la semana, pero estén atentos porque pronto les presentaré a la joya de la corona: la Pinacoteca del Templo de San Felipe Neri La Profesa, si no la conocen, todavía les falta mucho por ver…
Los dejo con esta cita:
“Con la lengua explican los hombres sus conceptos, comercian entre sí, dan leyes los Magistrados, sentencian los jueces, y se conservan las Repúblicas: con la lengua se componen los disturbios más belicosos, los rebelados se pacifican, los crueles se amansan, los empedernidos se ablandan, los bárbaros se sujetan, las traiciones se descubren, los hombres y costumbres se conocen, y las naciones se gobiernan: Con la lengua se adelantan los Reinos de Vuestra Majestad, y se dilata el Reino de Dios, y con ella también se reducen al gremio de nuestra Madre la Santa Iglesia Católica los Bárbaros y Gentiles, y los pecadores se convierten”.
Thomas de Guadalajara,
Compendio del arte de la lengua de los tarahumaras y guazapanes, Puebla,
Diego Fernández de León, 1683, Dedicatoria.
Exposición Cicatrices de la Fe.
Agosto de 2009
Gracias a Alfonso Álvarez por escanearme las imágenes del folleto Cicatrices de la Fe.
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